El imaginario del poder se resguarda en enormes edificios de alta seguridad,
provistos de un sistema ininterrumpido de electricidad, redes de comunicación
y refrigeración para albergar miles de servidores en los que se almacena el
relato acumulado de cualquier actividad humana.
Las siniestras luces que parpadean intermitentemente emanadas de macro
computadoras alineadas en los largos pasillos de los centros de datos, marcan
el pulso de las estrategias que controlan parte importante de todos y cada
uno de nuestros intercambios de recursos materiales, naturales, intelectuales,
económicos y por lo tanto políticos.
Doce pinturas realizadas al óleo y una sutil alteración climática condensan
los elementos virtuales de un frenesí informático determinado por algoritmos
que habitan en la abstracción de un ecosistema en donde diversos organismos
compiten en un ambiente cada vez más sofisticado, configurando una
operación similar a la adaptación de las especies.