Mi obra parte de una búsqueda contradictoria de “lugar”; esto hace que fluctúe entre lo material y lo inmaterial, y que lo único permanente sea la búsqueda. La casa, en este sentido, como espacio de deseo y manifestación física de un lugar propio, podría ser la escultura perfecta. Su forma estaría en relación a las necesidades del individuo y sus materiales, en relación a los recursos locales, de tal manera que se establece una especie de diálogo entre el individuo y su comunidad. En esta interacción real con la casa, al habitarla y construirla, donde ésta nunca se concreta en un producto único, cosificado, sino que el objeto se diluye en un proceso de constante cambio y movimiento.
La arquitectura interactúa con las expectativas y comportamientos del individuo, lo delata y extraña, lo sobrepasa. Mi trabajo, a través de las relaciones entre arquitectura e imaginario popular, propone al imaginario social, como el verdadero soporte de las estructuras arquitectónicas y, por lo tanto, de las estructuras sociales, económicas y políticas, buscando alguna coherencia entre lo que somos y lo que producimos.